Artículo publicado en revista digital de Antropología Nutrición de Setiembre
Si colocamos la palabra ultraprocesados en el buscador nos aparecen infinitos resultados, la mayoría hacen mención sobre múltiples evidencias de sus repercusiones negativas en la salud, entonces ¿por qué muchas veces son los principales alimentos que consumen niños/as y adolescentes? Dichos alimentos se podrían definir como formulaciones industriales, elaboradas a partir del agregado de varios ingredientes al alimento base (entre cinco y veinte) como azúcares, jarabe de maíz de alta fructosa, grasas, aceites, sal, sueros lácteos, aceites hidrogenados, almidones, colorantes, conservantes, saborizantes, etc; que colaboran con la textura, sabor y color del producto final; y además combinan varias técnicas de elaboración. Dentro de esta clasificación podemos encontrar: refrescos, jugos, helados, lácteos, snacks, galletitas, alfajores, golosinas, chocolates, cereales para desayuno, carnes procesadas (fiambres, embutidos, hamburguesas, frankfurter), comidas prontas para consumir. Si nos detenemos un momento a observar, son los principales alimentos que consumen las personas en las calles, los que seleccionan en supermercados, almacenes y kioscos.
El mercado nos ofrece, de modo muy general, una producción masiva e excedentaria de alimentos, a partir de una explotación agrícola-ganadera intensiva, a base de energía fósil, provocando contaminación ambiental que repercute a su vez sobre el cambio climático. Obteniendo como fin, alimentos modificados en su proceso de producción, intervenidos químicamente, con pérdidas de nutrientes como vitaminas y minerales, adicionados con otros ingredientes artificiales y con vitaminas y minerales, muchos de los que perdió durante su procesamiento. El marketing de alimentos estimula su consumo desmedido, mientras se camina, trabaja, mira televisión, etc. Los mismos vienen fraccionados en bocados, unidades y son colocados en empaques atractivos que los hacen prácticos para su consumo y transporte.
Este tipo de alimentación, se podría considerar como desestacionalizada y deslocalizada, entendiendo que no contempla las variabilidad estacional de alimentos, es monótona y no “respeta” la cultura alimentaria de cada región, siendo mayormente una dieta hipercalórica, que estimula el aumento de peso, al ser rica en grasas saturadas, azúcares simples, sal, baja en fibra y grasas de buena calidad (ácidos grasos poliinsaturados).
Ante esta realidad, encontramos no todas las personas acceden a alimentos para cubrir las necesidades nutricionales, ya sea por lo económico o porque “comen mal”, no se realiza una selección adecuada, quedan satisfechos pero no se alimentan.
Esencialmente el hombre es una criatura omnívora, otorgándole cierta autonomía y capacidad de adaptabilidad a diversas dietas, pudiendo elegir entre muchos alimentos que consumir, amoldándose al entorno, pero a su vez, esta variedad lo restringe; biológicamente no puede obtener todos los nutrientes de un solo alimento como el comiente especializado (el koala solo se alimenta de una especie de eucalyptus), enfrentándose a la innovación en la alimentación, una necesidad de cambio y por otro lado aparece la neofobia, con el temor a probar ese alimento nuevo.
Diversos estudios en nuestro país, nos indican que nos somos ajenos a esta realidad, se ha registrado un incremento en el consumo de dichos alimentos por parte de todos los grupos etarios, algunas de estas cifras llegan a ser impactantes: en uruguay según un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (2014), se consumieron en el año 2013 aproximadamente 150 kilogramos de alimentos ultraprocesados por persona, a su vez aproximadamente 90 litros de bebidas azucaradas como refrescos y jugos. Otro estudio realizado en escuelas de Canelones sostiene que en las meriendas escolares predominan alfajores y galletas. Por otro lado en el año 2012, un 10% de los adolescentes consumió al menos tres veces a la semana en locales de comida rápida, un 71% de los mismos consumía bebidas azucaradas a diario.
Un dato alarmante publicado en el año 2013, que revela la encuesta de Salud, Nutrición y Desarrollo en la Primera Infancia en Uruguay (ENDIS), se encontró que en niños de 23 meses un 18,4% ya había incorporado a la alimentación jugos y refrescos azucarados, este valor aumenta a 25,4% en los mayores de 24 meses, reafirmando con estos resultados que el consumo de estos productos ultraprocesados integran la alimentación desde edades muy tempranas. Según la Guía Alimentaria para la Población Uruguaya (2016), este tipo de bebidas aportan muchas calorías a partir de azúcares, como un dato no menor, el jarabe de maíz de alta fructosa, un derivado del maíz que se utiliza por su mayor poder endulzante, no es metabolizado por el organismo y se almacena directamente como triglicéridos. El cerebro tiene poca capacidad para registrarlas, ya que en comparación con los alimentos sólidos no generan la misma saciedad, incentivando el consumo desmedido, a modo de ejemplo, cuando se consume un refresco de 600 ml (tamaño más vendido en nuestro país), se ingieren alrededor de 60 g de azúcar, algo así como 12 cucharaditas, que superarian la ingesta diaria recomendada de azúcares en base a una dieta saludable (aproximadamente 2000 Kcal).
Si nos enfocamos en las cifras de sobrepeso y obesidad, con respecto a los niños menores de cinco años un 10,5% supera su peso ideal, en niños en el año 2009 el índice de sobrepeso fue de 21,24% y de obesidad 9,3%; en adolescentes en el año 2012 la obesidad registrada fue de 7,0% superando tres veces lo esperado para esta población.
Atendiendo a los datos anteriores, podemos señalar que al igual que Latinoamérica, nuestro país, atraviesa una rápida transición nutricional, donde ha cambiado el perfil nutricional de la población, las malnutriciones por déficit se presentan en las embarazadas y los primeros años de vida, las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) dejaron de ser enfermedades de la vejez y se manifiestan a edades tempranas, como lo son diabetes tipo 2, obesidad, hipertensión, dislipemias, etc, que coexisten a su vez con enfermedades transmisibles y accidentes de tránsito. Entonces es necesario profundizar sobre esta temática, para realizar modificaciones oportunas en la alimentación de los niños, que prevengan la aparición de ECNT a edades tempranas y cuidarlos del ambiente obesogénico, en que a menudo están inmersos, que estimula los comportamientos alimentarios no saludables y la posible aparición de dichas enfermedades. Se ha demostrado una correlación positiva entre la exposición a los diferentes alimentos y las preferencias alimentarias en los niños, estos patrones iniciados en la niñez a menudo se mantienen a lo largo de la vida, siendo más difícil modificarlos con el paso del tiempo, transmitiéndose dentro de la familias a lo largo de las generaciones.
El sobrepeso y la obesidad en etapas tempranas de la vida, son unos de los problemas más preocupantes de este tiempo. Los niños y niñas con sobrepeso tienen muchas probabilidades de convertirse en adultos obesos y, en comparación con los niños sin sobrepeso, tienen más probabilidades de sufrir enfermedades crónicas, que a su vez se asocian a un aumento de la probabilidad de muerte prematura y discapacidad. Entre sus principales causas se encuentra la alimentación no saludable y el sedentarismo.
En Uruguay, casi un 70% de las personas obesas presentan comorbilidades, encontrando además de las ya mencionadas, otras, como afecciones respiratorias, apnea del sueño, enfermedades músculo-esqueléticas, enfermedad de la vesícula biliar, trastornos reproductivos y depresión, entre otras.
Por último, por medio de este artículo se pretende hacer un breve abordaje, ya que la temática es muy amplia, encontrándose múltiples evidencias científicas al respecto de los efectos negativos del consumo elevado de ultraprocesados. La alimentación en general, y la de los niños, en particular, se encuentra muy cuestionada por diversos actores sociales, muy promocionada en los medios de comunicación con posibles beneficios sin criterio científico y que se asimilan con facilidad. Cada persona cree tener su opinión formada al respecto, ya que todos nos alimentamos a diario, aunque muchas veces a partir de alimentos para nada adecuados.
¿Cuál es la mejor herramienta para prevenir la malnutrición por exceso en niños, niñas y los/las adolescentes? la información y la educación, consultar con profesionales especializados en la temática como nutricionistas, conocer las diversas herramientas, entre ellas la Guía de Alimentación para la Población Uruguaya, lanzada en al año 2016 que tiene información actualizada y se encuentra disponible en forma gratuita para toda la población. Resaltar la importancia de leer el etiquetado de los alimentos antes de su compra, desconfiar de aquellos que tienen mucho marketing y prometen efectos milagrosos, de los que tienen en su formulación muchos ingredientes, que no sentimos nombrar habitualmente y dentro de los primeros figuren azúcares y grasas.
Es recomendable preferir los alimentos naturales y preparados en casa, de este modo se pueden aprovechar mejor los nutrientes, ya que son los constituyentes propios de los alimentos, con menor procesamiento y sin adición de productos químicos como conservantes y colorantes.
Es conveniente hacer una planificación semanal de la alimentación, para evitar comprar alimentos poco saludables para salir del paso y contribuir con la economía del hogar, a modo de ejemplo, en una merienda escolar a partir de ultraprocesados (alfajor y jugo de caja) se gastaría una suma que equivaldría a la compra de un kilo de frutas, suficientes para la merienda escolar semanal.
Siempre predicar con el ejemplo frente a nuestros hijos, introducir variedad para que no sea una alimentación monótona, se conozcan otros sabores, prefiriendo los alimentos disponibles según estación. Elegir conocer lo que estamos consumiendo, compartir la tarea con toda la familia, favoreciendo el aprendizaje de edades tempranas, desde la compra, selección y preparación.
Importante estar en conocimiento que somos continuamente bombardeados por la gran oferta de estos alimentos, como seres sociales, la comida está presente en todos los ámbitos de la vida, no es necesario prohibir su consumo, pero sí hacerlo de forma consciente.
Daniela Bermudez. Licenciada en Nutrición, Estudiante de Antropología.
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